Jorge Alva Hurtado PhD.
El Estado debe ofrecer universidad gratuita y de
calidad a todos los peruanos con vocación, capacidad y disciplina, porque la
universidad pública es fundamental para el desarrollo sostenible al que aporta
profesionales y académicos con capacidad de liderazgo y conocimientos
avanzados. De ella surgen los especialistas capaces de afrontar desafíos
propios de nuestra sociedad y también los nuevos conocimientos producto de la
investigación que aportan soluciones necesarias.
Por su naturaleza, la universidad gratuita es
meritocrática, fuera de esta restricción académica, debe estar abierta a todos;
no es una “universidad para pobres”, en ella han de encontrarse todos los
estratos económicos y sectores sociales en su inmensa diversidad.
Además de universidades públicas son pertinentes
universidades privadas, pero este es un servicio adicional, que libremente toman
quienes tienen recursos suficientes; lo cual implica que tales personas harán
un doble gasto, los impuestos para la universidad pública y por añadidura el
costo particular de la universidad privada.
Desde esta concepción, hemos planteado al Estado que rectifique
la privatización de la universidad promovida por el Decreto Supremo 882 de
1996.
En los años del gobierno dictatorial del señor Alberto
Fujimori se iniciaron las políticas de privatización de la jubilación, la salud
y la educación. Se dijo entonces que la privatización eliminaría la corrupción
y nos garantizaría buena vida a todos los peruanos. Pero, la experiencia enseña
en diferentes países del mundo, que ninguna entidad privada, dada su naturaleza
particular que sirve necesariamente a los intereses de sus propietarios, puede
ofrecer servicios en condiciones equitativas que abarquen a la totalidad de los
habitantes de un país.
En el caso del Perú, la privatización universitaria ha
terminado en una dramática reducción porcentual del servicio ofrecido por el Estado,
que antes era ampliamente mayoritario y ahora cubre menos de la cuarta parte de
la demanda (24.5% el 2017, según datos del INEI). El financiamiento público
para sus universidades, vía recursos ordinarios del presupuesto fiscal, es
decir, sin considerar ingresos circunstanciales, caso del canon y de los
recursos directamente recaudados, apenas alcanza el 0.4% del PBI cuando no
debería ser menos del 1% (en realidad se ha reducido, el año 2000 el
Presupuesto Inicial de Apertura fue el 0.41% y el 2019 fue el 0.37%)
En el caso de la Universidad Nacional de Ingeniería
prácticamente la mitad del presupuesto se cubre con recursos directamente
recaudados, lo cual redunda en una indebida presión del Estado para que
obtengamos ingresos propios cobrando a los postulantes y a los estudiantes de
postgrado, así como por otros servicios. A escala de todo el país esta presión
promueve que se acepte a estudiantes de postgrado sin el nivel de exigencia que
se pone en el pregrado o que se aumenten las tasas para postulantes y otros
clientes de la universidad; cuando lo razonable sería que el presupuesto
ordinario cubra en lo fundamental los gastos y que, en todo caso, los ingresos
propios se orienten a financiar prioridades.
En el UNI-EJECUTIVO, del 08 y 09 de agosto del año
pasado, donde el Presidente de la República se reunió con los rectores y
presidentes de Comisión Organizadora de las universidades públicas, escuchamos
la conferencia del Dr. Peter-André Alt, Presidente de la Conferencia de
Rectores de Alemania.
Informó el Dr. Alt que, en Alemania, potente economía
de mercado y sólida democracia, el 93 por ciento de los alumnos universitarios
estudia en universidades públicas que son gratuitas incluso en los posgrados
científicos y tecnológicos de la más alta calidad, porque la enseñanza se basa
en la investigación, conforme a la concepción planteada hace doscientos años
por Wilhelm Von Humboldt.
En Alemania el Estado no regala nada. Los servicios
públicos gratuitos universales no producen déficit fiscal porque se pagan con
los impuestos que cumplen de esta manera la finalidad de disminuir la
desigualdad. En diversos países europeos la desigualdad disminuye
significativamente después del impacto redistributivo de los impuestos.
Esto es fundamental, en América Latina tenemos muchos
ejemplos de políticos demagogos que en las campañas electorales prometen
servicios públicos sin especificar de donde saldrá el dinero para pagarlos o,
lo que es inevitable consecuencia, que mandan a imprimir billetes o gastan
ingresos ocasionales en dichos servicios con el resultado de que se produce una
terrible crisis económica que aparentemente justifica la privatización.
Para evitar la privatización postcrisis, como la que
ocurrió en nuestro país después de la inflación y la hiperinflación de los años
80s, es necesario pagar los servicios públicos exclusivamente con impuestos
permanentes de manera que sean sostenibles.
En resumen, es responsabilidad del Estado que todos
los peruanos, hijos de ricos o de pobres, tengan una similar oportunidad de
graduarse y post graduarse en la universidad con excelencia académica sin pagar
por ello más allá de los impuestos.
*Preparado en base al discurso de fin de mandato en la
presidencia de la Asociación Nacional de Universidades Públicas del Perú-ANUPP
del 23 de enero del 2020.

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ResponderEliminarFuera de acá. No más zurdos en Perú.
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